09 Abr A AÑOS LUZ: LOS ONCE MAGNÍFICOS
Este artículo se publicó en el nº 39 de la Revista Amigos de los Museos, editada por la FEAM
En la constelación internacional de museos de arte, la galaxia helvética brilla con luz propia, en un perpetuum mobile que, como si de un campo gravitacional se tratase, encandila y atrapa a arquitectos-estrella a la conquista del espacio artístico. Gran astro rey, el ubicuo y genovés Renzo Piano firma dos edificios espectaculares: la etérea Fundación Beyeler, con guiños al jardín de Giverny como reflejo de los monumentales nenúfares de Monet que atesora, y el sinuoso Zentrum Paul Klee, cuya estructura de acero y vidrio parece brotar directamente del subsuelo. Situados respectivamente a las afueras de Basilea y Berna, ambos recintos homenajean la pasión coleccionista del marchante suizo Ernst Beyeler –todos los “ismos” que uno pueda imaginar, contextualizados con arte tribal etnográfico- y la prolífica obra del nacido suizo (aunque nacionalizado alemán) Paul Klee.
Pero atentos: ambas ciudades, en la órbita germanófona, no son estrellas fugaces. 2016 vio la inauguración de la imponente ampliación del Kunstmuseum Basel, obra de los suizos Christ & Gantenbein –merecido nuevo hogar para las obras de la Fundación Hoffmann –Braque, Mondrian, Arp, Picasso, Léger…- que han aligerado el edificio principal, señorío de los Holbein y similares. Y basta cruzar el Rin para explorar el onírico mundo cinético de Jean Tinguely, con sus máquinas imposibles alojadas en un edificio posmoderno diseñado por el célebre Mario Botta. Ambos, por cierto, suizos hasta la médula. Y Berna, claro, también tiene su Kunstmuseum, con el fulgor de Fra Angelico, Hodler, Picasso o Kandinsky. Digno de una capital.
Siguiendo la estela del cometa artístico, llegamos a las afrancesadas Ginebra y Lausana. La primera se rinde a la contemporaneidad con la fusión entre arquitectura industrial y creación en el Mamco, el museo de arte moderno más grande del país, sin olvidar la ortodoxia de la colección del Museo de Arte e Historia, inmenso planeta que gira alrededor de las artes aplicadas y visuales. La segunda esconde un sutil cuerpo celeste: el Museo del Elíseo, joya del patrimonio fotográfico, desde los primeros daguerrotipos hasta el universo digital.
Y para finalizar este viaje astral por el hiperespacio helvético, dos satélites: la italianísima Lugano, en el cantón del Tesino, y la enloquecida Zúrich, errático asteroide cuya fascinante trayectoria museística siempre asombra. El nuevo LAC-Lugano Arte e Cultura, nacido de la integración del Museo de Arte Cantonal y el Museo de Arte Moderno, sorprende por el singular diseño del arquitecto tesinés Ivano Gianola, que aúna salas de exposiciones y un bello auditorio. Pero es en Zúrich donde se vivió con expectación la inauguración en 2017 del nuevo Museo del Diseño (mientras, sus colecciones, que evocan a Le Corbusier, Max Bill, René Burri y similares podían disfrutarse en el nuevo espacio Schaudepot, en la sede de la Escuela Superior de Artes). Y si el que espera desespera, hasta 2021 no se abrirá al público la anhelada ampliación de la Kunsthaus, que otro rey-sol de la arquitectura, el británico David Chipperfield, ha diseñado para alojar las obras maestras de la Fundación Bührle… y los Munch, Giacometti, Monet, Picasso, Chagall, Kokoschka, Beckmann, Pollock, Rothko que aún cuelgan del edificio histórico. Más estrellas que en el cielo.