CIUDADES SUIZAS QUE NARRAN HISTORIAS

Artículo disponible en formado audio narrado por Mikel González

Este artículo se publicó en el nº 40 de la Revista Amigos de los Museos, editada por la FEAM

Zúrich, Basilea, Berna, Lucerna, Winterthur, Lausana, Ginebra, Lugano… Ciudades suizas que narran historias. Si Suiza fuese una ópera –el Guillermo Tell de Rossini, pongamos…- la ciudad de Zúrich sería su obertura. A orillas del lago homónimo, con su “Riviera dorada” incluida, en Zúrich you can smell the money. En los restaurantes –imprescindible el Kronenhalle, casi un museo de pintura moderna; o el antiguo y reconvertido cine Razzia, o el industrial Lasalle-, en los hoteles -¿quién puede batir la colección de arte del Dolder, ampliado por Norman Foster, o el high tea del Baur-au-Lac?- y en los museos, con la Kunsthaus a la cabeza de una troupe donde también brillan el Museo Migros, el Rietberg, la Kunsthalle y la corbuseriana Maison de l´Homme. Todo bajo la severa mirada del reformador Zwinglio, que vigila una ciudad medieval donde señorean la Grossmünster y la Fraumünster con sus vitrales de Sigmar Polke y Marc Chagall, respectivamente. Muy cerca, la pequeña Winterthur esconde colecciones de talla internacional: la del Kunstumuseum (genial ampliación de Gigon & Guyer), la de Oskar Reinhardt “Am Römerholz” y la del Fotozentrum. Aquí, hay que dormir en el Park Hotel y comer en Strauss. Sublime.

En el primer acto, toda una prima donna renana: Basilea. Siguiendo los pasos de Erasmo, enterrado en su catedral, de Holbein o de Paracelso, el viajero jalona el Rin para maravillarse con sus callejas medievales, su Ayuntamiento rojo, el increíble Kunstmuseum, las obras cinéticas de Tinguely y las joyas artísticas regaladas al restaurante italiano Chez Donati, asociado al célebre hotel Les Trois Rois. Hay que visitarla en junio, coincidiendo con Art Basel, la feria de arte más importante del mundo. Y subir al Bar Rouge de la Messeturm para divisar 3 países. Y, cómo no, extasiarse ante los nenúfares de Monet que atesora la Fundación Beyeler, exquisita pieza del genovés Renzo Piano que en breve será ampliada por el suizo Peter Zumthor.

El tenor es Berna, la capital federal. Ciudad-cantón con foso de osos a orillas del Aar, el clásico hotel Schweizerhof, preciosos edificios medievales y deliciosas fuentes históricas. Aquí yace Paul Klee, enterrado a la vera del sinuoso edificio que Piano diseñó para custodiar su legado, y que en días claros regala vistas inigualables de las cimas alpinas. Compite en pintoresquismo y tesitura con Lucerna, en el Lago de los Cuatro Cantones: puentes medievales, fachadas pintadas con la técnica del Lüftelmalerei, flores por doquier, una inmensa colección privada Picasso y la mole de imposible alero en voladizo del edificio multiusos diseñado por Jean Nouvel. Auditorio, palacio de congresos y museo que sirve como marco al Festival de Lucerna, cita melómana estival por antonomasia. Para alojarse: The Hotel, también de Nouvel.

El segundo acto de nuestra ópera es afrancesado, como las ciudades de Ginebra y Lausana. A la sombra de Calvino y mecida por las aguas del Lago Léman, la primera ofrece todo el glamour imaginable en sus villas ribereñas, habitadas por Rothschild o por Lenin, y que el viajero descubre en barco. Al pie del mítico Beau-Rivage fue asesinada Sissí (el Hôtel N´vY es mucho más design), y tras callejear por el empedrado barrio histórico de la catedral de Saint-Pierre o el trendy y obrero distrito “Des Bains”, uno puede acercarse hasta la sede de Naciones Unidas y contemplar el inmenso cielo raso pintado por Miquel Barceló. O comprarse un Rolex o un Patek-Philippe, históricas marcas relojeras ginebrinas. El MAMCO, el museo de arte moderno y contemporáneo más grande del país, se encuentra también aquí. Viajando hacia Lausana, merece la pena detenerse en la casa que Le Corbusier diseñó para su madre, antes de llegar al Museo del Arte Bruto, al Museo Olímpico o al fotográfico Museo del Elíseo. Y si uno coincide con una coreografía de Maurice Béjart o Philippe Saire, dignos herederos de la tradición local inaugurada por los Ballets Russes de Diaghilev, qué más se puede pedir…

El clímax lírico, a la italiana, llega con Lugano. Desde el novísimo The View con sus impecables habitaciones se dominan la ciudad y el lago, buen punto de partida para explorar el también nuevo LAC-Lugano Arte e Cultura, nacido de la integración del Museo de Arte Cantonal y el Museo de Arte Moderno. El cantón del Tesino es un excelente punto y final para la armonía lingüístico-cultural suiza, formidable tutti orquestal de ocho ciudades tan afinadas como un coro.

Imágenes: Oficina de Turismo de Suiza