EL DIOS INDÓMITO: UNA EXPEDICIÓN A MALI

No sé gran cosa de los dioses, pero creo que el río es un dios pardo y fuerte, hosco, intratable, indómito, paciente en cierto grado, al principio admitido como un límite; útil pero inseguro como instrumento de comercio; luego un mero problema que se presenta al constructor de puentes. Resuelto ya el problema, los que moran en las ciudades se olvidan casi del dios pardo que, no obstante, implacable, conserva sus furores y su régimen, destructor que recuerda lo que los hombres tratan de olvidar.

Así, recurriendo a este extracto de los Cuatro Cuartetos de T.S. Eliot, arranca la famosa obra de Sanche de Gramont cuyo título he tomado prestado para iniciar este nuevo diario viajero: El dios indómito. La historia del río Níger. Hoy, de madrugada, rayando las cuatro de la mañana, cruzábamos sus tranquilas aguas en Bamako a la altura del puente del rey Fahd, camino del estupendo Hotel Salam. En el breve lapso de tiempo que media entre el aeropuerto y el hotel, converso con la veintena de expedicionarios que me acompañan en esta nueva aventura por Mali, Encrucijada de Culturas sobre etnografía, religión y urbanismo. Crisol de etnias (bambara, bobo, dogón, peul, fulani, bela, tuareg, bozo, sorko, songhai…), animismo frente a Islam o cristianismo, geografía urbana colonial versus poblados ancestrales. Lo que dan de sí quince minutos…

No hemos dormido más allá de cuatro horas, por decir algo. El calor a las diez y media de la mañana es más que considerable cuando asistidos por Zaki, nuestro guía local (como todos los hispano-parlantes malienses, educado en la Cuba castrista; su nombre real es Zacarías Diakaridia Maiga), nos dirigimos hacia el flamante conjunto de edificios que a finales de Octubre de 2002 fueron inaugurados como Museo Nacional de Mali. Tanto Francia como Holanda (y más recientemente la Unión Europea) han apoyado económicamente a esta institución desde que fuese creada en 1953 (bajo el nombre de Museo Sudanés de Bamako), en tiempos de la colonia. Un arqueólogo francés de origen polaco, Szumowski, sería el encargado de recorrer la curva del Níger para formar el núcleo de la colección permanente, que se articula en torno a 3 salas: Ritos y Creencias, Arqueología y Textiles; un cuarto espacio acoge exposiciones temporales.

A nuestra llegada al Museo Nacional nos espera Yusuf Cherif Haidara, toda una institución en Bamako. Cultísimo, muy afrancesado –cómo no…- y enormemente didáctico, aprovecha los primeros minutos para disertar sobre la historia del país, desde el Reino de Mandé al Imperio de Mali, pasando por los periodos Sudán, Ghana, almorávide… Surgen nombres míticos, como el del emperador Kankan Musa, que en el s.XIII peregrinó a La Meca pasando por Egipto, en uno de los cortejos religiosos más espectaculares que quizás jamás se hayan visto. Su introducción revela una fuerte inquietud, y es el esfuerzo por intentar que comprendamos que antes de la llegada del Islam a este territorio, existía una historia antigua, rica, llena de matices, que logró pervivir gracias a una hábil y ecléctica mezcla de animismo, creencias atávicas y perseverancia en la conservación de las tradiciones.

La sección de Ritos y Creencias es, sencillamente, sobrecogedora. Y lo es más aún porque Yusuf se esfuerza en hilar un discurso serio, profundo y de nivel alto. Hablamos de sociedades iniciáticas, ritos de fecundidad, maternidades, simbología, cosmogonía, mujer y sociedad frente a obras maestras de la talla en madera procedentes de núcleos étnicos dispares como son los bambara, los dogón, los peul/fulani, los bobo… Algunas piezas son conocidísimas, como la estilizada imagen del dios de los bobo (tan Giacometti), o las máscaras chiwara, esos antílopes míticos creados por Faro, el Dios Supremo, para que enseñasen al hombre a cultivar la tierra. Marionetas, bastones de viudas, máscaras dogón o bamanan, todo gira alrededor de un mismo tema: cómo enseñar al niño a ser adulto, al adulto a ser un ser humano correcto, a la mujer a comprender la importancia de la fertilidad, al anciano a afrontar la muerte con dignidad. En ocasiones, el rito es nocturno, tenebrista: sobre las máscaras zoomorfas, monstruosas (del griego “monos”: únicas), el brujo-chamán vierte la sangre de animales sacrificados y en muchos casos, cuando la naturaleza se muestra díscola, de seres humanos. Los danzantes giran alrededor del iniciado de forma frenética, reproduciendo gestos y posturas cuya coreografía se pierde en el sueño de África.

Aunque las secciones Arqueológica y Textil del Museo Nacional custodian piezas muy interesantes, la potencia de los objetos rituales que acabamos de ver, su complejidad cosmogónica, no nos permiten concentrarnos demasiado. Hasta hace poco más de 50 años, África era presentada como un continente sin historia. Esta mirada se nutría de la ausencia de fuentes escritas, pero también de testimonios materiales sobre el pasado. Hoy en día, gracias a las investigaciones arqueológicas, el pasado de África se desvela poco a poco, pero de forma aún desigual dependiendo de las regiones. Mali puede enorgullecerse de poseer el patrimonio arqueológico más rico de África Occidental. A ello contribuyen condiciones climáticas e hidráulicas favorables en gran parte del territorio. El río Níger, de una longitud total de 4.200 km, atraviesa el país con una zona deltaica de profundas ramificaciones, y jugó un papel catalizador decisivo. Favoreció la sedentarización de las comunidades más pequeñas, y vio entre otros eclosionar tres grandes imperios: el Ghana / Wagadu (ss.VIII-XII), el Mali (ss.XIII-XV) y el Songhai (ss.XV-XVI). Serán imperios celebrados por los cronistas árabes y locales: el Ta´rikh es-Sudan es escrito en el s.XVII por es-Sa´di, imam en Djenné y Tombuctú, y el Ta´rikh el-Fettach será compilado por Mahmoud Kati a lo largo del mismo siglo. La tradición oral, cantada por tradicionalistas titulados, los griots, glorifica las gestas de los soberanos de esos periodos lejanos. La epopeya de Sunkjara, en la cual los gritos de Kela cuentan el nacimiento del imperio de Mali, sigue aún viva.

Abandonamos el Museo Nacional pasada la una de la tarde, camino de la Gran Mezquita de Bamako. Hoy es viernes y se celebra la zelá (al-Salat) de mediodía en su gran explanada, que a estas horas a buen seguro bullirá de gentío y actividad.