La casualidad empujó a Mikel González a adentrarse en el sector del turismo. Nacido en San Sebastián, aterrizó con 20 años en Madrid -después de haber vivido en Francia y Estados Unidos- para estudiar en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense. Gracias a un anuncio en el campus Somosaguas -en el que solicitaban a jóvenes universitarios, con don de gentes, que hablaran idiomas y tuvieran ganas de viajar- empezó, en 1988, a trabajar como guía internacional en la agencia de viajes Mundo Joven, y a recorrer, de paso, medio mundo. Once años después, tras quebrar dicha agencia, decidió crear, junto a otros compañeros, Mundo Amigo, que surgió con el propósito de desarrollar un “Turismo Cultural con mayúsculas”, en palabras de Mikel González, quien actualmente ostenta el cargo de Director de Producto de la agencia.
Más de dos décadas después del comienzo de esta ambiciosa aventura, Mikel González aún mantiene vivo su espíritu viajero: su apretada agenda reserva seis meses al año para recorrer todos los rincones del planeta, con el propósito de que su propia experiencia sirva para atender mejor “las necesidades, las inquietudes y las expectativas” de quien contrata alguno de los Viajes de Autor de Mundo Amigo. Viajes que le han permitido vivir algunas de las mejores experiencias de su vida, como recorrer Mali, Irán, Japón, la Ruta de la Seda por Asia Central o el Himalaya, o pasar largas temporadas en aquellas ciudades donde se reconoce: Tokio, Nueva York, Isfahán o Múnich. Eso sí, en cuestión de viajes, confiesa tener aún una “asignatura pendiente”: visitar el Congo.
Además de politólogo, este viajero infatigable es saxofonista clásico y afirma trabajar “rodeado de libros”. Admirador de la obra de Wagner y Verdi, se declara también seguidor de la cartelera de musicales de Broadway o el West End, y amar, de la misma forma, el teatro dramático de Lorca o Valle- Inclán o las propuestas escénicas más contemporáneas de dramaturgos como Yasmine Reza o Juan Mayorga. Aficionado al cine de autor iraní y japonés, en su filmografía de cabecera no faltan referencias al neorrealismo italiano o a los directores de cine francés de los años 60 y 70. Su vocación diletante le lleva, además, a ser coleccionista de arte contemporáneo (Mark Rothko, Juan Navarro Baldeweg o Marina Abramovich son algunos de sus artistas preferidos) y a reservar buenos momentos para satisfacer otra de sus aficiones, la gastronomía: “me encanta cocinar. Me eduqué en la cultura de las sociedades gastronómicas guipuzcoanas y vasco-francesas, y me considero un experto en cocina vasca clásica”, asegura.